Amig@s
Desde este rincón de la palabra que tan bien me hace, os invito a una reflexión sobre la amistad. El paso del tiempo va cambiando las perspectivas sobre un montón de cosas y la amistad y su valor, cuantitativa y cualitatívamente, es una de ellas.
No pretendo ser, pues no lo soy, ejemplo de nada ni bandera mucho menos. Me limito a ser una persona, como tú, guarecid@, con sus inquietudes y reflexiones. Creo, honestamente, que he tendido a ensalzar el valor de esta palabra. La amistad como algo sublime, épica, deliciosa, envidiable, deseable, todo un privilegio. No voy a tirar por la borda todos estos adjetivos, me sigo manteniendo en casi todos, pero cada vez desde una manera más serena y reflexiva.
La vida de cada uno, es una sucesión de hechos y acontecimientos, que no paran y van cambiando una manera de ver las cosas, que con la juventud era como muy rígida y pétrea y que con el paso de los años se transforma en más flexible y moldeable.
Las reacciones, incluyendo la propia, sobre determinados sucesos y temas, te sorprenden y te hacen pensar. La conclusión que uno saca, con la mayor humildad, o al menos eso intenta, es que, sí, la amistad existe y en contados casos, esa amistad reúne todos las características antes citadas. Se refuerza y se hace, sino lo era ya, perenne en el tiempo.
Pero también se constata, pasando por varias fases, desde el cabreo, al disgusto y llegando a la aceptación y a la calma, que la amistad es dominada por los prejuicios, los juicios previos de valor sobre actitudes de amig@s, que nos permitimos juzgar analizar y sentenciar, sin piedad, distanciándonos porque se tambalean nuestros principios.
La amistad, en mi opinión, debiera ser simplemente la consecuencia de actos que la refrendan. Actos entre amig@s, donde puede y debe existir crítica constructiva, pero donde es más decisivo y vital, ponerse en la piel del otro. Es estar, sin pedir nada a cambio, sin esperar nada, sin creernos moralmente mejores. La amistad verdadera creo que es desinteresada y en el mismo nivel. El prejuicio la vicia.
Se vive cuando asumes todo esto, pero no deja de ser cierto, que tiendes a actuar y a cumplir el expediente con muchos y a gozar con los que realmente te llenan, que los hay, y se lo merecen.